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La merecida, justa y esperada medalla de la ciudad para Maruja Vilches

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La Hermandad de los Javieres ha solicitado la medalla de Sevilla para su hermana mayor honoraria, Maruja Vilches Trujillo. Se trata, sin duda, de un merecido, justo y esperado reconocimiento con el que Sevilla agradecerá a su primera hermana mayor la labor social y caritativa que lleva realizando desde tiempos inmemoriales. A continuación detallamos su biografía: La merecida medalla de la ciudad para Maruja Vilches

Maruja Vilches Trujillo, nace en Sevilla un 14 de septiembre del año 1940, día que se celebra la exaltación de la Cruz. Es bautizada por sus padres, Rufino y Remedios en la Parroquia de Ómnium Sanctorum, situada en la calle de la Feria.

Cursa sus primeros estudios y posteriormente bachiller superior y preuniversitario, en el Colegio de las Carmelitas de la Caridad, situado en la calle Bustos Tavera, concretamente en el Palacio de los Tavera, hoy desaparecido. Cursando sus estudios de bachiller superior comienza su labor social, acudiendo con las religiosas del colegio a ayudar a las familias de la Vega de Triana y a San Jerónimo, y quizás, fueron los cimientos de su gran vocación posterior que ha ejercido y ejerce durante toda su vida.

Terminada esta etapa estudiantil, comienza la carrera de magisterio en la Institución Teresiana de la calle Arguijo de Sevilla, etapa en la cual conoce la Hermandad de los Javieres, y se integra en ella de manera superficial, ya que en aquellos momentos las mujeres no participaban activamente en el devenir de las Hermandades, lo que no fue motivo de que siguiera yendo a la Vega de Triana, con un grupo de hermanos que atendían la misma actividad. Uno de esos hermanos, José Jesús Márquez Guerra, con las mismas inquietudes que ella, terminaría, con el paso del tiempo, siendo su marido.

Después de terminar su carrera y hacer las oposiciones a funcionario de la enseñanza, realizó su primera etapa como profesora en la ciudad de Carmona, comenzando su labor educativa sin olvidar la social, ya que tutelaba una clase con alumnos de la zona más pobre de la ciudad y esa circunstancia le llevó a conocer a las familias, con las que se relacionaba a menudo, ayudando en cuanto podía, contando con personas del pueblo que se unieron a su labor y que hoy lo recuerdan todavía.

Su segundo destino fue en Coria del Río, donde las casas habilitadas para maestros estaban en una zona humilde de la ciudad y, por lo tanto, un campo abierto para seguir la labor de ayuda y entrega a los vecinos de la zona que, a su vez, eran los padres de sus alumnos. En este destino estuvo solamente un año.

La siguiente etapa de su ejercicio educativo fue en un poblado del Patrimonio Forestal del Estado, situado en Aznalcollar, se trataba de un pequeño núcleo de personas encargadas de la vigilancia y cuidado de la replantación de eucaliptos, hasta que procediera su tala. Aquel lugar privilegiado de la naturaleza, pero peligroso por la amenaza de incendios, era como unas verdaderas misiones, ya que, aislados de la civilización, su solo contacto era a través de un camino vecinal, sin asfalto, sin comunicación mecánica, donde el viajero cuando llegaba por sus propios medios, encontraba un pequeño montículo con una cantina, que hacía las veces de taberna y de tienda, la casa de la maestra adosada a la escuela, que servía también de Iglesia y bajando esa elevación se encontraban las casitas de los colonos. Por supuesto no había agua corriente, ni luz permanente, se abastecen de un motor comunitario, que manejaba el capataz, encendiendo a las seis de la mañana y apagando a las diez de la noche.

En Charcofrío Maruja ejerció de verdadera misionera, la clase era unitaria, o sea, integrada por niños y niñas de todas las edades, la escasez del agua impedía a las madres tener una higiene correcta, así que la maestra, que tenía el privilegio de tener un aguador que le llevaba los cántaros de agua para el día, bañaba a la vez a sus hijos, y dos más de la escuela, incluso les ponía ropa limpia y los mandaba para su casa. Esta operación la hacía diariamente con los más pequeños.

Cuando fue conociendo a los vecinos a través de la misa dominical que, como he comentado anteriormente se hacía en la escuela, se percató de que una gran mayoría no sabía leer y escribir, con lo cual decidió abrir por su cuenta clases por la tarde para enseñar estos conocimientos instrumentales a aquellas personas adultas. Las clases fueron todo un éxito, pues se notaba la ilusión por conseguir algo tan importante en aquellos tiempos, además de descargar sus preocupaciones en un espacio donde la comprensión y la ayuda estaban garantizada.

En esta etapa el marido de Maruja ocupó un papel importante, ya que se trasladaba diariamente a Sevilla por su trabajo así que, las personas que tenían que acudir al médico, lo esperaban muy temprano en la puerta de su casa y él los llevaba a la capital y a la vuelta los traía de nuevo al poblado. Este transporte se hacía diariamente ya que no se disponían de medio alguno para trasladarse.

Enterada Maruja que, en una finca más alejada, también del Patrimonio Forestal, llamada la Pata del Caballo, había una niña que no acudía a la escuela, visitó inmediatamente a sus padres para conocer cuál era el motivo de ello. Los padres explicaron que podían llevarla, pero no recogerla al mediodía por su trabajo, la recogida tendría que ser por la tarde al terminar la jornada. Maruja les ofreció comer la niña en su casa y quedarse en ella hasta que pudiesen recogerla. Años más tarde, esta niña, escribió a su maestra comunicándole que había terminado la carrera y ejercía en una escuela, recordando su ayuda sin la cual no habría podido conseguirlo.

Un detalle enternecedor fue, llegada la Navidad y comprobar que aquellos niños nunca habían disfrutado de los Reyes Magos, vistió a su marido y dos colonos del lugar con la ropa adecuada, y los sacó por el poblado a caballo, tirando caramelos que pidió en las tiendas de Aznalcollar y consiguió juguetes y material escolar para no dejar vacíos los zapatos aquella noche.

Los recuerdos se van acercando y se produce un nuevo traslado en la vida profesional de Maruja, en esta ocasión a la localidad de Burguillos, a veinticuatro Km de Sevilla, fue su destino. Allí la recibe una escuela recoleta y pequeña con niños y niñas que muestran gran ilusión y donde ella ve posibilidades de hacer un trabajo más continuado por haber cambiado su situación administrativa de propietaria provisional a definitiva, en el cuerpo de profesores y por consiguiente su tiempo de permanencia sería de varios años, acumulando puntos para optar a un puesto en la capital. Nunca imaginó las situaciones que se producirían en este nuevo puesto y las oportunidades que tendría de seguir con la línea social que tantos años la había acompañado.

Una anécdota digna de tener en cuenta es la de uno de aquellos alumnos, llamado Manolo que, llegada la hora de salir del colegio, Maruja habló con un empresario del pueblo, dueño de una panadería, entre otros negocios, para que colocara a Manolo de aprendiz. El buen hombre aceptó y lo puso a hacer bollos, los cuales le salían torcidos por su dificultad motora. Comunicado a Maruja y viendo esta que perdería el empleo y la posibilidad de formarse como un ser libre e independiente, aconsejó al empresario que los bollos de Manolo los vendiese con rebaja en un cesto aparte. Todos los días se vendían los bollos de Manolo, con lo cual, conservó su puesto. Pasado el tiempo y progresando la tecnología, Manolo llegó a ser encargado de la panadería por su honradez y responsabilidad, hoy día está jubilado y vive feliz.

Esta maestra, que es como a ella le gusta que la llamen, organizó el primer equipo de futbol femenino, celebrando partidos con gran entusiasmo por parte de todo el pueblo. Así mismo formó el coro parroquial que actuaba en los cultos y ella asistía para dirigirlos, aun siendo días festivos y no haber clases. De igual manera cada final de curso, en el cual los alumnos terminaban sus estudios primarios y pasaban al instituto, realizaba un viaje a Madrid con todos ellos, habiendo recaudado todo el año con festivales y actos varios, el importe suficiente para realizar la excursión. Acompañaba a los niños y niñas ella sola, llenando un autobús completo, siendo la conjunción y convivencia tan perfecta que nunca hubo ningún incidente que perturbara la buena marcha de la actividad.

Maruja siempre recuerda esta etapa como fructífera, llena de logros importantes para elevar el nivel educativo del pueblo, dejando buenos amigos y el reconocimiento de todas las familias, que la distinguieron siempre con homenajes y trofeos que guarda en su casa como algo sagrado y querido.

Después de trece años trabajando y llenando de contenido su vida educativa y social, concursa y consigue plaza en Sevilla, dejando detrás tantos años de carretera diariamente para atender su trabajo. Le adjudican un centro llamado Félix Rodríguez de la Fuente, ubicado en la Barriada de Pino Montano. En este centro escolar vivió los momentos más espectaculares que puede soñar un cofrade pues fue que, llevada de la mano de un compañero, profesor de pretecnología, tuvo este la bonita idea de hacer un paso de Semana Santa con los alumnos y pidió colaboración a Maruja para tan gran empresa. Después de muchos trabajos y no menos dificultades, aquella cuaresma salió del colegio un paso con un Cristo Crucificado, realizado por los niños, dirigidos por Juan Manuel, así se llamaba el profesor y Maruja, los cuales organizaron una procesión infantil por las calles de Pino Montano para asombro de toda la barriada, que vio desfilar unos armaos diminutos, filas de nazarenos, acólitos y algunos tambores con más ruido que música.

Poco tiempo duró la colaboración de estos dos maestros, pues al año siguiente, con veintinueve años muere Juan Manuel, dejando en manos de Maruja el proyecto iniciado, herencia incipiente pero profunda por la amistad que se había creado entre ambos. Siguieron los trabajos con más fuerza si cabe, pues en esta ocasión se llevó a efecto la creación del palio con su Dolorosa. Todas las horas eran pocas para sacar adelante el trabajo, ya que las clases debían estar atendidas y todo ello había que hacerlo fuera del horario escolar. No escatimó esfuerzos Maruja pues veía en ello una motivación y formación importante para los niños.

Llegada la cuaresma del siguiente año, con todo regocijo, salió el paso de palio con una Dolorosa, que los alumnos llamaron Virgen del Amor. No faltaba nada en aquel paso al más puro estilo sevillano, llevado por costaleros con su capataz al frente y su auténtica banda de música, que nos acompañó en todo el recorrido por deferencia de músicos de la Cruz Roja. Un verdadero acontecimiento que perduró a través de todo el tiempo llevada de la mano de Maruja y desembocando en una Agrupación Parroquial, culminando en una Hermandad que hoy pertenece a la nómina de las Hermandades de Vísperas, gozando de popularidad y prestigio, donde Maruja tiene el número uno de hermana y que no ha abandonado jamás. La merecida medalla de la ciudad para Maruja Vilches

Un nuevo concurso la lleva al Colegio Público Macarena, denominado Los Altos Colegios en la calle de la Feria, esquina con Resolana. Al llegar a este centro la eligen directora del mismo y reorganiza física y pedagógicamente el colegio, que, por su antigüedad, se encontraba en deplorables condiciones. Larga y ardua fue la lucha hasta conseguir un centro adecuado a los tiempos y con unas condiciones aceptables de habitabilidad, llegando con ello a mayor afluencia de alumnos. Se crearon nuevos proyectos educativos y por su intercepción se convirtió en un centro de integración que admitía alumnos con necesidades educativas especiales, aspecto que siempre había preocupado a Maruja, como interés social ante esa realidad. La merecida medalla de la ciudad para Maruja Vilches

Integró también a la colonia de etnia gitana que se asentaba en la Torre de los Perdigones y donde los niños estaban sin escolarizar. Su faceta social la lleva a visitar la zona, hablar con las familias y proponerles la asistencia de los niños al colegio. La idea fructificó y las madres llevaron a la población infantil del asentamiento al centro, admitiéndolos en los diferentes cursos relativos a su edad.

La Hermandad de la Macarena jugó un papel importante en la vida escolar de los Altos Colegios, pues sufragó los gastos de libros de textos para aquellas familias, con pocos recursos que lo solicitaran. Esta ayuda perduró durante los años, en los cuales la gratuidad de los libros no era todavía efectiva y fue gestionada por las inquietudes y responsabilidad de esta directora con respecto a las necesidades de la comunidad escolar. Bajo su dirección se celebró el centenario del colegio, con la colaboración del Excmo.

Ayuntamiento y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, esta última había realizado y costeado las obras del citado colegio. Esta efeméride reportó al centro una extraordinaria biblioteca y el reconocimiento de toda Sevilla a la valía de este edificio. Hay una placa conmemorativa del evento con los nombres de los protagonistas que lo hicieron posible. En reconocimiento a toda la labor social prestada al centro, se colocó un retablo cerámico con la imagen de la Esperanza Macarena, en la fachada principal del mismo.

Llegada la jubilación Maruja se dedica a su afición preferida, que había iniciado años antes, escribir. Por ello es requerida por distintas corporaciones para los pregones que por cuaresma se organizaban. Han sido 78 los que ha desarrollado a lo lardo de su vida, recorriendo con ellos parte del territorio nacional. Por destacar algunos y en los que fue pionera, el Pregón de las Esperanzas, en la Basílica de la Macarena y el Pregón de las Glorias en la Santa Iglesia Catedral.

Como no podía ser menos su labor social sigue con ella y entra a formar parte de la Junta de Gobierno de la Hermandad de los Javieres como Diputada de Caridad, y a la vez, es requerida por el Consejo de HH y Cofradías de Sevilla, para ocupar el cargo de Delegada de Hermandades Sacramentales. Instalada en el cargo, por parte del Presidente, se le ofrece dirigir el Proyecto Fraternitas, Acción Social Conjunta de las Hermandades de Sevilla, que estaba en estado incipiente. Con gran alegría vio cumplidas sus aspiraciones de seguir la línea social que había iniciado en su juventud y que en esta ocasión tendría su campo de acción en el Polígono Sur, concretamente en la Parroquia de Jesús Obrero y en la Guardería la Providencia, participando en todas las actividades programadas por estas dos entidades y siguiendo un itinerario social en todo el barrio, buscando recursos entre las Hermandades y organismos de la ciudad, todo ello sin descanso, para mejorar las condiciones de vida de las familias desfavorecidas y en un estado de exclusión social. La merecida medalla de la ciudad para Maruja Vilches

Con la juventud creó una banda de música para fomentar entre ellos y ellas una motivación. que les alejara de los peligros de la calle. Poco a poco y con gran esfuerzo y dificultades esta banda se ha convertido en una Agrupación Musical llamada, Santa María de la Esperanza, que aglutina a cien jóvenes formados musical y humanamente y que son requeridos por varias corporaciones por su buen hacer y su profesionalidad.

Entre las múltiples actuaciones que ha llevado a cabo esta mujer para conseguir fondos que palien tanta necesidad se encuentran: talleres, tómbolas, mercadillos solidarios, exposición de cuadros, cuestaciones en campos de fútbol…y un variado número de actividades creativas que han dado su fruto y han logrado que este Proyecto sea conocido y tenido en cuenta en toda la ciudad por su constancia, dedicación y entrega personal. Sevilla ha premiado la labor de Maruja otorgándole numerosos premios por su capacidad de gestión, su denodado esfuerzo y su entrega infatigable durante tantos años. La merecida medalla de la ciudad para Maruja Vilches

PREMIOS Y RECONOCIMIENTOS:

– Javier de Honor (Hermandad de los Javieres)

– Llamador de Canal Sur Radio

– Fundación AZVI.

– Club Albores.

– Tertulia Cruz de Carey.

– Correo de Andalucía

– Feria de las Naciones

– Fundación Cajasol (Gota a Gota).

– FAC Federación Andaluza de Cataluña

– Rosa de Pasión (Cadena Ser) 101TVSEVILLA

– Giraldillo de Honor. (Temas Sevillano)

– Premio a la solidaridad. (Hdad. de la Soledad. de Castilleja de la Cuesta)

Llegada la temida y desgraciada pandemia, también llego a Maruja el relevo en el cargo de directora del Proyecto Fraternitas, circunstancia que dejaban inconclusas todas las actuaciones emprendidas por esta circunstancia, además de la responsabilidad y compromisos adquiridos con aquellas familias, máxime cuando los momentos eran extremadamente trágicos por la escasez, en general, de los elementos primordiales para la subsistencia y urgía un plan de acción inmediato. Consciente de la necesidad de materiales legales para seguir actuando, creó una Asociación llamada, Maruja Vilches con el Polígono Sur, elaboró los estatutos y presentó la documentación en la Junta de Andalucía, que procedió a su legalización inmediata. Buscó un equipo directivo formado por colaboradores que habían actuado en los mismos cometidos y un grupo de socios fundadores que prestaron su ayuda inmediata a esta actuación. La merecida medalla de la ciudad para Maruja Vilches

La Asociación comenzó a funcionar sin interrupción de continuidad debido a la situación desesperada en que se encontraban las familias de las Tres Mil Viviendas. En ningún momento se interrumpió la asistencia y la presencia personal en el barrio, coordinando las actuaciones y recabando toda la ayuda necesaria para abastecer las carencias. La merecida medalla de la ciudad para Maruja Vilches

Maruja buscó una sede recorriendo varias superficies y por fin en la Parroquia de la Virgen de Lourdes, le concedió el Párroco ocupar uno de los locales que poseía, instalando en él su cuartel general para seguir su plan de ayuda. En este periodo conoce al empresario Francisco Diaz Cadenas que, impresionado por la labor emprendida, se una a la Asociación aportando los elementos necesarios para cubrir las necesidades generadas por la situación y ponen en marcha un plan de ataque al lado de Caritas Parroquial, para abastecer a las familias en estos momentos difíciles. Este empresario crea un aceite de oliva virgen extra con el nombre de Maruja Vilches, se presenta a los medios y se da a conocer y todos los beneficios que genere el producto irán destinados al Polígono Sur. Se llegan a acuerdos con multinacionales para la donación de alimentos y se proyecta un programa de ayuda más amplio que incluye a todas las Caritas de la archidiócesis que necesiten apoyo en este sentido.

Paralelamente a estas actuaciones y ampliando las posibilidades de otros tipos de ayuda que acojan la formación laboral, para afrontar y aliviar el paro que sufre esta zona de Sevilla, se proyecta un taller, actualmente en estudio, de choferes internacionales que comenzaría con la formación a este nivel de 25 candidatos que, terminando su formación, saldrían colocados, haciendo cíclico este proceso. En proyecto se están elaborando dos nuevos proyectos, una escuela de deportes para niños y una coral polifónica.

A grandes rasgos y resumiendo, aquí queda la labor social de Maruja Vilches Trujillo, la cual repite constantemente, que no tiene ningún valor, ya que recibe mucho más de lo que da en esta labor, se siente feliz y dispuesta a seguir hasta que Dios disponga de ella, nadie más parará su trabajo en este sentido y hoy en día, a sus 84 años de edad mantiene la ilusión y las fuerzas para continuar ayudando a los demás y luchando por la igualdad.

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