Cualquier esquina de la plaza de la Encarnación es buena para que Vilte saque su caballete. Con los colores más vivos de la gama cromática en su paleta, asegura que no hay nada que disfrute más que pintar sus rincones más especiales.
Vilte es de Lituania. Hace apenas un mes que vive en Sevilla, pero tiene claro que ha encontrado su sitio: «Para mí, Sevilla es la vida. Esa palabra la define perfectamente». Nada más llegar se enamoró de esta plaza, donde pasa sus mañanas pintando hasta que empiezan sus clases en la facultad de Bellas Artes sobre las tres de la tarde. Ha querido enseñarnos su última obra, la cúpula de la Iglesia de la Anunciación, que estaba a punto de terminar. Nos cuenta que tras unos últimos retoques, la pintura tardaría unas horas en secarse completamente.
Sevilla desprende arte y esto es percibido por todo el que llega nuevo a la ciudad, aunque a Vilte además de sus edificios y monumentos, lo que más le gusta de Sevilla es su gente: «La gente aquí es muy cálida, muy abierta y lo valoro muchísimo. Esto ha hecho que me adapte mejor a la ciudad». Asegura que gracias a sus horas de pintura está conociendo mucho más la historia de la ciudad. «Mucha gente se para y me explica la historia del edificio que estoy pintando en ese momento», nos explica. Todo el que pasa por su lado se queda mirando embelesado. Hay quien se anima a hacer fotos, aunque su delantal negro ya muestra las primeras manchas de pintura que anuncian el final de la mañana.
La joven ha encontrado su refugio tras los pinceles en una plaza más que conocida por todos los sevillanos. La ciudad tiene espacio de sobra para nuestro arte, pero también para el que viene de fuera. Sus rincones tienen magia por sí solos, aunque artistas como Vilte los hacen aún más especiales.
